¿A mentir se aprende?
Los niños aprenden a mentir, al igual que aprenden otro tipo de conductas. Entre los tres y los cinco años, el niño vive en un mundo simbólico que le lleva a decir a veces cosas que no tienen nada que ver con la realidad. Por ello, no podemos considerar al niño de esta edad como mentiroso. En edades posteriores, la mentira como estrategia para engañar a los demás, es más habitual, sobre todo en niños poco seguros de sí mismos que utilizan la mentira como recurso para enfrentarse a la realidad.
El mecanismo de aprendizaje es sencillo: si al mentir el niño evita algo desagradable, como una regañina o un castigo, u obtiene algo agradable, como aprobar un examen o el elogio de los demás, sus mentiras serán reforzadas pasando a formar parte de su repertorio de comportamiento. A mentir también se aprende por imitación. Los adultos utilizan con facilidad la mentira con los niños para atemorizarles, prometerles cosas que no llegan a cumplir o inventar respuestas que no se saben. Asimismo, los niños observan como los adultos utilizan lo que llaman «mentiras piadosas» con otros adultos para eludir ciertas responsabilidades sociales, laborales o económicas.Por tanto,muchos niños vivencian la mentira como algo permitido en el mundo de los adultos.
Valorar al niño cuando se esfuerza por decir la verdad y no la encubre, ofrecerle recursos para afrontar situaciones sin recurrir a la mentira y reconocer sus progresos y esfuerzos en todos los ámbitos de su vida, ayudarán al niño a considerar la sinceridad como una virtud.
De lo contrario, podemos llegar a reforzar la creación de una patología denominada «mentira compulsiva», a nivel coloquial, que se da, especialmente, en preadolescentes y adolescentes como una compulsión causada por el deseo de causar admiración en los otros, atraer su atención y aprecio; para ello, inventan unos hechos y una historia que forma una vida diferente a la que tiene, dando lugar a conductas evitativas en su propia vida ya que deben interpretar un papel que resulte creíble y ello requiere una gran carga cognitiva para que no exista confusión con la realidad.
Las personas con dicha patología suelen ser inteligentes y educadas aunque pueden presentar un trastorno de aprendizaje.Por otro lado, su autoestima es baja o demasiado elevada, en cuyo caso puede ser indicativa de presencia de un trastorno psicológico de mayor importancia así como mostrarse agresivo.