Son habituales las consultas de padres y madres acerca de la conducta de sus hijos – desde niños hasta adolescentes – y, la inmensa mayoría de ellos acuden con la esperanza de hallar una “receta mágica” que responda a su necesidad; que tu hijo atienda más en clase, que deje el móvil e interactúe más con la familia, que colabore en las tareas domésticas o que sustituya sus hábitos por otros más saludables…
¿Por qué los niños se portan mal?
Pregunta poderosa a la que, posiblemente, deberían responder los padres. Sin embargo, los niños se pueden portar mal por diversas razones:
- Padres autoritarios.
- Si el niño sólo recibe refuerzo negativo pero nunca, o muy poco, refuerzo positivo.
- Si se le pide todo a gritos. Para ser respetado, hay que respetar; a los niños también.
- Si no aceptas cómo es tu hijo porque no es exactamente como quisieras.
- Si todo lo anterior lleva a resaltar constantemente errores, aspectos negativos…
Puede ser debido a que tu hijo tenga un trastorno de conducta o un trastorno emocional, en cuyo caso, antes de poner la tirita sobre una herida que no conocemos, recomendamos que acudas a un psicólogo infantojuvenil.
En cualquier caso, merece la pena poner la atención en los propios progenitores.
Imaginad que tenéis un trabajo en el cual vuestro jefe nunca os motiva, ni os dice nada agradable por algo que haya salido bien sino que, continuamente, señala las imperfecciones, los errores y todo lo hace a gritos porque “para eso soy el que mando”, ¿ya tenemos la imagen formada?
Ahora imaginad que vuestros hijos se portan mal porque no tienen un jefe que les motive cuando algo haya salido mal, que les haga ver que han cometido un error, porqué y cómo solucionarlo, sin gritos, y haciéndoles aprender de los mismos y que tenga una actitud positiva como jefe, sabiendo imponer su autoridad de una forma más democrática, haciéndoles ver que las normas y los límites son necesarios. Ese es el “jefe” que necesitan vuestros hijos para dejar de portarse mal y, si aún así se siguen portando mal, que salten vuestras alarmas de buenos “jefes” y llevadlo a un psicólogo infantojuvenil.
¿Qué se deben preguntar los padres?
- Hay que comprender las características del hijo, es decir, como padre debes tener en cuenta si tu hijo es impulsivo, inquieto, disperso, con problemas de aprendizaje… así entenderás mejor su conducta y podrás tomar las medidas que sean más eficaces y oportunas.
- Debes diferenciar entre una conducta que es resultado de una limitación. En este caso los padres requieren formación y asesoramiento. Por otra parte, existen aquellos comportamientos que son resultado de la desobediencia.
- Hay que formular los deseos de forma positiva, es decir, decirle lo que desea que haga no lo que no se desea haga.
- Si el niño tiene un comportamiento inadecuado, los padres deben enfrentarlo pero no confrontarlo.
¿Qué pautas seguir como padres?
Dar al niño consecuencias inmediatas a su comportamiento. Hay que tener en cuenta que, si tenemos un hijo a quien se le debe decir miles de veces que recoja la ropa de su habitación y un día de forma espontánea y sin indicarle nada lo hace, hay que darle una retroalimentación positiva. De la misma forma, si cumple una regla de la casa, se debe aplicar de inmediato la consecuencia porque si se hace tres horas o cuatro días después, no entenderá el motivo.
Ser consistente con las reglas de casa. No pueden variar según el estado de ánimo. Si el hijo aprecia esta inconsistencia, será más fácil que rompa las reglas porque creerá, falsamente, que no existen consecuencias ya que los castigos dependerán de la situación, de vuestro estado de ánimo, de si hay o no problemas de comunicación…
Acuerdo mutuo. Si no existe, los hijos tienden a hacer una triangulación de manera que uno de los progenitores se convierte en el “salvador” y el otro en el “castigador”. Los niños aprovecharán el desacuerdo de los padres para salirse con la suya, sin ninguna consecuencia para ellos mientras que la pareja entra en conflicto.
Usar más incentivos -refuerzo positivo- que castigos – refuerzo negativo. Los padres suelen usar el castigo cuando los niños desobedecen de forma ocasional. Sin embargo, nos encontramos ante situaciones como los de los niños con TDAH que presentan distintas comorbilidades, entre ellas, trastornos de conducta en que la desobediencia pudiera ser más habitual. Por ello son víctimas de castigo más frecuentes, lo cual genera un aumento de dichas conductas.
Sin embargo, los niños muestran respuestas más positivas si viven en un ambiente en donde, además de la disciplina, hay reglas establecidas, refuerzo del comportamiento positivo, respeto y amor.
Actuar y no sobreactuar. Cuando hijo se ha portado mal, sentarlo durante dos horas para darle grandes explicaciones sirve de poco, y de menos cuanto menos años tiene el niño. Al final este niño llega a la consulta del psicólogo y nos dice “el otro día mis padres me dieron un sermón”. Por tanto, son más eficientes y necesarias, el recuerdo concreto de las reglas y las consecuencias.
Hablando de reglas. Es muy importante y necesario que tengáis definidas unas reglas y normas que deben ser claras, concisas y realistas, de manera que el niño pueda saber que conducta le está permitida – conducta positiva – y cuál no lo está – conducta negativa- así como lo que se espera de él en cada situación. Es correcto llegar a un consenso sobre estas reglas conforme entren en la adolescencia.
En la etapa infantil, sin embargo, se deben adecuar dichas normas a la edad y características del niño.
En todos los casos, deben ser conscientes que una conducta positiva va asociada a una consecuencia positiva y una conducta negativa a una consecuencia negativa.