Las personas con TDAH sí existen

 

Pocas veces veo TV, pero por una vez que lo hago me topo con un programa de un periodista de reconocido talento “Salvados”, el pasado Domingo, en La Sexta.

La primera frase, me horroriza, me pone los pelos de punta “El TDAH no existe”; abro los ojos superasombrada y, de repente, parece que alguien me “retorne” a la “realidad”; ¿a quién estoy tratando?, ¿Qué es el trastorno que hace años que estudio? Conforme avanza el programa me doy cuenta; cierto, quizás el TDAH no existe, igual que no existe la hepatitis ni la apendicitis sino que existen enfermos o pacientes o, mejor, personas que padecen TDAH, hepatitis o apendicitis.

Sin embargo, hubiera sido de agradecer que se hubieran tomado la molestia de contrastar sus fuentes; por ejemplo, entidad sobradamente acreditada en el ámbito científico y clínico como es el Observatorio de Salud de la Infancia y la Adolescencia del Hospital Sant Joan de Déu, afirma que “la primera definición del TDAH fue realizada G. Still (The Lancet, 1902), que describió a 43 niños que presentaban graves problemas en la atención mantenida y en la autorregulación de la conducta. Se les atribuía un problema en el control moral de la conducta. En 1914, A.Tredgold argumentó que el TDAH podría ser causado por una disfunción cerebral secundaria a un tipo de encefalitis en la cual quedaba afectada el área del comportamiento. Lauferr y Denhoff (1957) hablaron por primera vez de síndrome hipercinético. En 1968, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, conocido por sus siglas en inglés como DSM-II (1968) lo incluyó como reacción hipercinética en la infancia y posteriormente el DSM-III (1980) utilizó el término Trastorno por Déficit de Atención hasta llegar al DSM-IV-TR (2001) como Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).

Existen evidencias científicas de que el TDAH es un trastorno del funcionamiento cerebral. Hoy disponemos de la información necesaria para realizar un diagnóstico y tratamiento que puede mejorar mucho la vida de las personas que padecen TDAH y de las de su entorno. El estrés que genera en padres y educadores si éstos no reciben un apoyo e instrucción específica, puede conllevar problemas importantes. Si no se diagnostica y se trata, las repercusiones a largo plazo pueden ser muy negativas. El fracaso escolar, las conductas de riesgo, la inestabilidad laboral y familiar son muy comunes entre las personas con TDAH no tratado.

El TDAH afecta entre un 5 y un 10 % de la población. Este dato indica que probablemente en todas las aulas escolares hay, al menos, un niño con TDAH. Los estudios epidemiológicos de distintos países dan porcentajes de prevalencia similares.

Afecta en mayor grado al sexo masculino, aunque cabe destacar que en el sexo femenino muchas veces los síntomas pasan más desapercibidos y, por tanto, se diagnostica más tarde o nunca.

Siempre se había considerado el TDAH como un trastorno que afectaba únicamente a la edad infantil. Hoy se conoce que al menos en un 50 % de los casos, los síntomas persisten en la edad adulta.

 El trastorno por déficit de atención (TDAH) con o sin hiperactividad está constituido por un conjunto de fenómenos neuropsicológicos, cuyos síntomas principales son los períodos cortos de atención, es decir, la elevada distractibilidad, y la hiperactividad.

Al TDA se le llama trastorno porque es un conjunto de síntomas que tienen una etiología común y siguen una evolución (curso y pronóstico) igual. No se usa la palabra enfermedad porque esta denota la existencia de una cierta lesión en algún órgano- que, en este caso, sería el cerebro-lo cual no es correcto. Es decir, el TDA es una alteración  en lo que consideramos como el comportamiento “normal” de un niño, adolescente o adulto.

Su origen es neurobiológico y se caracteriza por la presencia de tres síntomas nucleares: déficit de atención,  impulsividad e hiperactividad motora y/o vocal. Según estos, en el Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales (DSM-IV), en su última edición aparecida hasta el momento, se diferencian tres tipos de trastornos dentro del propio TDAH:

  • TDAH subtipo predominantemente desatento
  • TDAH subtipo hiperactivo-impulsivo
  • TDAH subtipo combinado ( presenta síntomas atencionales e hiperactivos/impulsivos)

 Estudios actuales afirman que el TDAH afecta a un 3-7% de niños/adolescentes. De ellos, entre el 30-60%, seguirán mostrando el transtorno durante su vida adulta (Esser,Schmidt y Woerner, 1990)

La incidencia es mayor entre los niños que las niñas de modo que afecta a 4 niños por cada niña. Los niños  con TDAH tiene  un mayor grado de hiperactividad-impulsividad que las niñas con dicho trastorno, las cuales suelen presentar más problemas de rendimiento académico, sintomatología ansiosa-depresiva pero sin conductas disruptivas, por lo cual puede ser más difícil detectar el trastorno.

En la edad escolar, se detectan más frecuentemente a los niños con TDAH. Además, es cuando empiezan a presentar problemas en la adquisición y aprendizaje de la lectoescriptura con lo cual se inicia el fracaso escolar que se agudizará más cuanto más se tarde en diagnosticar y tratar al niño. Existen datos que dicen que, aproximadamente, un 21% de los niños hiperactivos de entre 9-10 años reciben clases de educación especial, un 42% ya han repetido curso e, incluso, un 81% necesita ayuda diaria para realizar los deberes( Miranda,2001)

Niños con TDAH en edad escolar

Es importante tener en cuenta la modificación de los síntomas, según la edad. Así;

  1. De 0-2 años. Pueden obtenerse algunos datos que orienten el diagnóstico aunque no se pueden estandarizar patrones específicos a esa edad. Dichos datos consisten en vocalizaciones extrañas y constantes, comportamiento “anormal” o diferente del bebé en el que se muestra irritable, y se resiste al afecto o a ser mimado.
  2. De 2-3 años. Predisposición a los accidentes, actitud negativa e impulsividad, lo cual altera las relaciones familiares. También signos neurológicos blandos comofalta de coordinación motora fina y gruesa.
  3. De 3-5 años. Puede ser ya identificado de 60-70% de los niños con TDA. No pueden comportarse normalmente en público debido a su impulsividad y sus problemas de adaptación social.
  4. De 5 a 12 años. Son edades de grandes cambios ya que la mayoría de los sistemas escolares les exigen a los niños a los niños con TDA, precisamente, lo que más les cuesta: que estén sentados y quietos. En este periodo, se hacen más evidentes los problemas de lectoescriptura y cálculo matemático. Sin embargo, es la época que, con mayor facilidad, se puede tratar y ayudar al niño/a.
  5. De 12 a 19 años. Suele haber disminuido la hiperactividad pero la inatención, la impulsividad y la baja concentración siguen presentes afectando al área académica y, posiblemente, también a las relaciones interpersonales.

Este importante período abarca desde la escuela secundaria hasta la universidad, la formación profesional o la vida laboral por lo cual, si las dificultades de aprendizaje no fueron solucionadas a tiempo, las bases necesarias para que la siguiente etapa sea exitosa, se habrán perdido, motivo por el cual muchos se convierten en rebeldes.

Además, esta es la etapa en que empiezan a conducir coches y  motos y, debido a su impulsividad, son más propensos a los accidentes.

Si el tratamiento del niño y adolescente con TDA ha sido adecuado, sus síntomas se suavizan gracias a la adquisición de habilidades y estrategias aprendidas .La mayoría, superan su problema y realizan con normalidad cualquier actividad sea laboral o académica.

Entre el 30-70%  de los niños que han padecido TDA/TDAH y cuya sintomatología no remitió en la adolescencia, presentan durante la etapa adulta un TDA/TDAH de tipo residual.

Los motivos frecuentes de consulta en la época adulta son: las consecuencias que la impulsividad provoca en la vida afectiva y laboral; la frustración debido a la imposibilidad de materializar los innumerables proyectos personales y laborales de los que participa el paciente con el consiguiente daño en su autoestima y el desprestigio personal que conlleva; a raíz de la evaluación diagnóstica de un hijo/a con posibles síntomas de TDA/TDAH; la lectura de un artículo que provoque sospechas en el paciente; las consecuencias sociales, laborales o afectivas del trastorno.

Las principales manifestaciones sintomáticas en adultos son:

  • Rendimiento laboral inferior a sus capacidades, inestabilidad para conservar su trabajo, baja concentración, falta de organización, indisciplina, incapacidad para establecer y cumplir con una rutina. Olvidos, pérdidas y descuidos importantes como olvidos de compromisos 
  • Daño crónico en la autoestima, posible depresión, confusión, dificultades para pensar y expresarse con claridad.
  • Frecuentes discusiones y peleas, fuerte impulsividad, inestabilidad afectividad, múltiples separaciones/divorcios, dificultades para escuchar con tendencia a interrumpir al otro.
  • Frecuentes accidentes de coche a causa de su elevada distractibilidad e impulsividad
  • Frecuente consumo de alcohol y de sustancias de abuso.

Sin embargo, estos mismo síntomas también pueden deberse a otros trastornos ya que la comorbilidad es muy elevada.

Esta es una pequeña muestra de la amplitud de una patología que podremos estar de acuerdo en que esta sobrediagnosticada o que, incluso, esta sobremedicalizada pero, en ningún caso, estaríamos de acuerdo en la no existencia de muchos miles de familias que están sufriendo las consecuencias sociales, académicas y de salud derivadas del hecho de tener en su núcleo familiar a un paciente con TDAH.