En la Quinta Avenida de Nueva York, una mujer llamada Eleanor Bradley se cayó mientras estaba de compras y se rompió una pierna. Durante 40 minutos pasaron a su lado cientos de personas sin que nadie la ayudara. Algunos se paraban a observar un instante para seguir después su camino.
Más recientemente, el mundo se horrorizaba al ver cómo, tras atropellar a una niña de un par de años en China, el responsable seguía su camino sin hacer nada mientras la niña quedaba en el suelo gravemente herida sin que ninguna de las personas que pasaban interviniera después para ayudarla.
Pero los ejemplos de casos de este tipo no pertenecen solo a la sociedad modera. En 1964, una mujer fue apuñalada en Nueva York durante 30 minutos hasta morir. Eran las 3 de la mañana, y hasta 38 vecinos observaron lo sucedido desde sus ventanas sin ni siquiera llamar por teléfono para pedir ayuda.
Al escuchar historias como estas, todos nos preguntamos cómo es esto posible. ¿Qué pasa con esas personas? ¿Son diferentes a los demás? ¿No tienen sentimientos? Lo cierto es que todos ellos pueden ser tan normales como cualquiera que esté leyendo este artículo en este momento. No eran indiferentes al dolor ajeno, ni estaban habituados a él por haberlo visto en le televisión con frecuencia. En realidad, eran personas similares a aquellas que se escandalizan cuando oyen hablar de noticias de sucesos como estos en la prensa.
¿Qué hace que la gente actúe de este modo?
Un equipo de psicólogos diseñó diversos experimentos para determinar las posibles causas de este comportamiento.
Una de las hipótesis que plantearon era que cuando había un gran número de gente siendo testigo de lo sucedido, la probabilidad de recibir ayuda disminuía. Consideraron que en estos casos, el hecho de no ayudar era un acto de conformidad. Es decir, para cada persona, el resto de los presentes definía la acción correcta, o si era o no apropiado intervenir.
Con frecuencia, la gente decide lo que debe hacer o cómo interpretar un suceso en función de lo que hacen los demás. Por tanto, tomando el ejemplo de la mujer que se rompió la pierna en Nueva York, cuando llegas al lugar, lo que ves es una mujer en el suelo quejándose y decenas de personas que pasan a su lado ignorándola. De ese comportamiento puedes concluir que no se trata de algo de lo que haya que preocuparse, pues de lo contrario no habría tanta gente pasando de largo y ya habrían intervenido desde el principio. Por tanto, cuanta más gente haya observando lo sucedido, menores son tus probabilidades de ayudar.
Para comprobar esto, los investigadores diseñaron un experimento en el que se pedía a unos estudiantes que respondieran a un cuestionario. La investigadora se iba a otra habitación separada por una cortina diciendo que volvería cuando terminaran de responder al cuestionario. Al poco rato, los estudiantes la escuchaban subir una escalera y luego el sonido de una caída, un grito y las quejas de la mujer diciendo: ¡Dios mío, mi pie, no puedo moverme! Cuando los estudiantes estaban solos en la habitación, el 70% se ofrecía a ayudar a la investigadora; en cambio, si los estudiantes estaban rellenando el cuestionario junto a un extraño, solo un 20% se ofrecía a ayudarla. Es decir, la presencia de otro observador inhibe la acción. Es lo que se ha llamado el efecto espectador. Ninguno de los dos actúa, porque espera a ver qué hace el otro. Esta inactividad del otro les lleva a concluir que probablemente el accidente no es serio y no hace falta que intervengas.
Es de esperar, por tanto, que en culturas donde hay una mayor presión hacia el conformismo, como es el caso de China, la inhibición de la acción en presencia de otros sea también mayor.
Sin embargo, existen muchos más factores que intervienen a la hora de determinar si una persona ayudará a no a alguien que necesita ayuda:
Al hablar del efecto espectador veíamos algunos aspectos que pueden hacer que las personas no ayuden a alguien que se encuentra en apuros. Sin embargo, hay otros factores que pueden ejercer una influencia importante a la hora de determinar si alguien optará por ayudar o no a los demás.
Sentirse o no responsable
Cuando una persona sabe que un accidente está siendo observado por más gente, la responsabilidad individual sobre dicho accidente disminuye. Dado que otros están observando, tienden a pensar que alguno de ellos habrá intervenido o intervendrá y su responsabilidad para ayudar disminuye, como sucedió en el caso de la mujer apuñalada de la que hablamos en «El efecto espectador».
En cambio, cuando un grupo de personas se encuentra en un mismo lugar y sabe que estará ahí durante un cierto periodo de tiempo (por ejemplo, en un vagón de tren) y donde se encuentra en situación de cara a cara con la víctima, tienen muchas más probabilidades de ayudar. Es decir, no puedes seguir caminando y alejarte sin más porque la misma situación te lo impide. Esto significa que no puedes huir rápidamente y eludir tu grado de responsabilidad.
El coste de ayudar
Aunque pueda parecer trivial, una persona puede pasar de largo ante alguien aparentemente herido simplemente porque llega tarde a una cita. Por tanto, las personas que no tienen prisa están más dispuestas a ayudar a los demás. Es decir, ayudar a otras personas tiene a veces un coste, como puede ser riesgo físico, pérdida de tiempo, esfuerzo, vergüenza o desaprobación social, etc. Quien considera que ayudar puede tener un coste elevado estará menos dispuesto a ofrecer su ayuda.
La percepción de la propia capacidad para hacer algo útil
Las personas se sienten más dispuestas a ayudar cuando consideran que tienen capacidad para hacer algo. Así, las personas con conocimientos de primeros auxilios ayudarán más a un herido, y un buen nadador tendrá más probabilidades de lanzarse al mar a por alguien que se está ahogando.
Si piensa que puede hacer algo, su disposición a ayudar es mayor cuanto mayor sea el dolor de la víctima. En cambio, si piensa que no puede hacer nada, sucede al contrario, siendo su disposición a ayudar menor cuanto mayor sea el dolor o daño de la víctima.
Reducir el propio dolor
Como acabamos de ver en el apartado anterior, las personas pueden ayudar o dejar de ayudar a alguien como un modo de reducir su propio dolor emocional. Si ves a alguien sufrir te sientes mal. Para aliviar ese dolor solo puedes hacer dos cosas: una, ayudar a esa persona a aliviar su sufrimiento, en cuyo caso optas por ayudarle para sentirte mejor (es decir, sería un tipo de ayuda un tanto egoísta), y dos, salir huyendo siguiendo el refrán «ojos que no ven corazón que no siente». Es decir, prefieres huir para no ver ni sentir el dolor que te produce el sufrimiento ajeno.
Pero, ¿qué pasa con el verdadero altruismo? ¿Existe, o tan solo ayudamos a los demás porque nos sentimos obligados o para reducir nuestro propio malestar por verlos sufrir?
- La ayuda altruista hacia los demás
- El verdadero altruismo sucede cuando nos sentimos identificados con la víctima y deseamos ayudar a otra persona solo para aliviar su dolor, no porque nos sintamos obligados o para reducir nuestro propio malestar por verla sufrir.
- Sabemos que la mayoría de las personas se siente mal cuando ve sufrir a los demás y que a menudo una persona ayuda a otra para reducir su propio malestar. De hecho, la persona que se siente culpable por cualquier otro motivo que nada tiene que ver con la víctima, estará también más dispuesta a ayudar como un modo de sentirse mejor; siempre y cuando no se sienta tan mal como para estar totalmente hundida en su propio interior y su propio dolor hasta el punto de ni siquiera percibir el dolor ajeno, como sucede cuando una persona está deprimida.
- Esta tendencia a ayudar solo para reducir el propio malestar, también puede hacer que cuando sea fácil «escapar» del dolor de los demás (y el malestar que nos produce), las personas puedan tender a pasar de largo, evitando la situación por completo.
- Sin embargo, aunque esta tendencia a la ayuda egoísta exista, no significa que no pueda existir también la ayuda altruista.
- En realidad, cuando una persona observa a alguien que sufre, puede sentir dos tipos de emociones. Por un lado, puede experimentar una sensación de angustia, con ansiedad, miedo y alarma. Estas emociones pueden ser muy desagradables, y son las que llevan a las personas a salir huyendo, o bien a ayudar a la otra persona para reducir el propio malestar (es lo que suele llamarse la ayuda egoísta). Por otra parte, al ver sufrir a otro, una persona puede también experimentar un sentimiento de empatía, compasión y ternura hacia la víctima. Estos sentimientos son los responsables de la ayuda altruista; es decir, cuando se ayuda a la víctima para aliviar su sufrimiento, no el propio, incluso aunque eso suponga una buena dosis de sufrimiento para la persona que ayuda. Por tanto, estas personas optan por ayudar incluso cuando huir de la situación es fácil.
- ¿Cuando se produce la ayuda altruista?
- Este tipo de interés compasivo por la otra persona despierta en nosotros unos sentimientos de empatía. Por ejemplo, cuando nos sentimos identificados con la víctima porque consideramos que es «uno de los nuestros».
- Daniel Batson y sus colaboradores realizaron diversas investigaciones sobre este tema. La situación planteada en los experimentos era la siguiente:
- Una persona que se ofrece voluntaria para una investigación llega al laboratorio. Allí se entera de que alguien llamada Elaine recibirá descargas eléctricas suaves mientras realiza una determinada tarea. El trabajo del participante consiste en observar la conducta de Elaine a través de una ventana mientras recibe las descargas. En realidad, Elaine es una cómplice del investigador. Tras recibir dos descargas, Elaine empieza a mostrarse ansiosa y dice que tiene miedo de la electricidad porque de pequeña un caballo la arrojo contra una alambrada electrificada. Entonces el experimentador le pregunta al participante si desea intercambiar su puesto por el de Elaine y recibir las descargas en su lugar.
- A la mitad de los participantes, los investigadores les habían hablado de antemano de Elaine, de manera que pensaban que Elaine compartía con ellos valores e intereses similares. De este modo, hicieron que se sintieran identificados con ella. A la otra mitad se les dijo que Elaine era totalmente diferente.
- Los investigadores también manipularon la facilidad que tenían los participantes para huir de la situación, diciéndole a la mitad de los ellos que solo hacía falta que vieran dos descargas. Por tanto, cuando Elaine se sintió ansiosa después de la segunda descarga y el investigador les pidió que intercambiaran su lugar con el de Elaine, estas personas sabían que podían irse sin más. A la otra mitad se les dijo que tendrían que observarla mientras recibía diez descargas, de modo que la huida no era tan fácil.
- Las personas que sentían empatía hacia Elaine (los que se sentían identificados con ella), tuvieron en su mayor parte un comportamiento altruista, quedándose a recibir las descargas por ella incluso en la situación en la que era fácil marcharse (cuando solo debían observar dos descargas).
- En cambio, las personas las personas que no se habían sentido identificadas con ella, decidieron de un modo más egoísta, optando por marcharse cuando era fácil hacerlo, y ofreciéndose a recibir las descargas por ella cuando debían presenciar hasta diez descargas (y, por tanto, verla sufrir). En este caso, la ayuda se ofrecía más para evitar el propio malestar producido al ver sufrir a otro que por interés altruista.
- Por tanto, las personas pueden ayudar a los demás como consecuencia de un verdadero interés e identificación con la víctima porque tienen un interés personal en la otra persona, pudiendo incluso asumir un riesgo o sufrir por ella. No obstante, la falta de empatía por aquellos que percibimos como diferentes a nosotros puede llevarnos a excluirlos y no acudir en su ayuda cuando lo necesitan.
- Esto puede llevar a situaciones paradójicas. Por ejemplo, si alguien ve sufrir a una persona de otra raza y cultura, puede percibirlo como alguien demasiado diferente como para considerarlo uno de los suyos y, en consecuencia, negarle su ayuda. En cambio, si esta misma persona de otra raza y cultura ha estado, unos minutos antes, participando con nosotros en una manifestación, blandiendo nuestras mismas pancartas (por ejemplo, por los derechos de los animales) tendremos más probabilidades de acudir en su ayuda en caso de necesitarla, porque nos identificamos con ella.