Miriam se lava las manos con cierta frecuencia. Nada más tocar el picaporte de la puerta de su casa o las llaves, va a lavarse las manos con manos pero apenas tarda unos segundos. También lo repite por la tarde, después de leer el periódico o, incluso, si lee un libro. Ocurre unas quince veces al día y dura unos diez minutos en total. Sin embargo, si evitará hacer este pequeño ritual se sentiría bastante incómoda.
Aunque pueda parecer lo contrario, Miriam no cumple los criterios de diagnóstico para el establecimiento de patología ya que sus síntomas son, desde el punto de vista psicológico, infraclínicos o subclínicos, es decir; Miriam se acogería a aquello que tanto se dice antes de establecer diagnóstico “tiene manías”, en el lenguaje coloquial, (término que no usamos los psicólogos puesto que designa un trastorno que nada tiene que ver con lo que nos ocupa) o, mejor dicho, obsesiones. Se llaman así porque Miriam necesita realizar un ritual (lavarse las manos, probablemente de una determinada manera, sólo con agua, aunque otras personas necesitan usar grandes cantidades de jabón; secar sus manos, también siguiendo una rutina y, todo ello, hacerlo un determinado número de veces al día) A pesar de que, en el caso de Miriam, no podamos decir que existe enfermedad, sí hay un claro sufrimiento asociado a la necesidad de realizar los rituales. Y, está es, precisamente, la frontera: el trastorno obsesivo-compulsivo (en adelante, TOC) es, por tanto, una verdadera enfermedad.
Ingrid se da cuenta de que cada vez le preocupa más el tema de la limpieza. A menudo le asalta la idea de que tiene las manos sucias y que debería lavárselas. Se las ha llegado a lavar más de treinta veces al día. Pero esa sensación de suciedad se empieza a extender; siente repulsión a saludar a algunos clientes del trabajo. Así que “selecciona” a la gente a la que da la mano. Hace poco, le ha asaltado la idea de que los zapatos y el bolso que lleva a trabajar “ensucian” el piso donde vive. Posteriormente, ha ocurrido lo mismo con la ropa y se cambia cada vez que entra en casa, dejando el bolso y los zapatos en un lugar que ha destinado para tal fin. A pesar de que se da cuenta de que sus temores son exagerados, que las “cosas sucias” van cada vez aumentando más, Ingrid no es capaz de evitar este temor ni ese pensamiento.
Ingrid padece TOC. El núcleo central es la típica obsesión de la suciedad. Pero, ¿qué es una obsesión? Es un pensamiento que implica un peligro, un temor o una preocupación ante un acontecimiento peligroso que, en la mente del paciente, es mejor evitar. Dicho de otra manera, toda obsesión viene dada por un suceso potencialmente grave que podría desencadenarse si no se presta atención.
No es fácil deshacerse de una obsesión; es un pensamiento intrusivo, recurrente, que se impone en contra de la propia voluntad, a pesar de que el paciente reconoce que es absurdo e, incluso, que, en otras circunstancias, no se pasaría por la mente. Sin embargo, cualquier intento de resistirse, de huir, de evitar, es una fuente importe de angustia emocional, malestar interior y ansiedad. El contenido de las obsesiones determina que estas puedan ser de diferentes tipos.
El segundo aspecto del TOC es la compulsión que procede del latín “compulsare” que significa “obligar”. Y nada más ilustrativo; lo importante de la compulsión es que el paciente se siente “forzado” a realizar un acto para poner fin a la obsesión y aplacar la ansiedad. Dicho acto es voluntario, por ejemplo, Ingrid es quien decide colocar el bolso y los zapatos en un lugar determinado, lavarse las manos reiteradamente, aunque en la mayoría de las ocasiones, no se puede evitar realizar estas compulsiones que pueden ser manifiestas cuando las hace uno mismo, como en el caso de Ingrid, o encubiertas, cuando se le pide a otra persona que realice el ritual por nosotros; por ejemplo, en las obsesiones de comprobación, una de las más frecuentes, en que existe temor de dejarse abierto el grifo del agua o encendido el gas y que ello cause una catástrofe física (inundación, explosión de gas) o emocional ( pérdida de personas cercanas, o del trabajo), si el paciente es un hombre le puede pedir a su esposa que realice la compulsión para evitar hacer el ritual.
Los enfermos de trastorno obsesivo-compulsivo (en adelante, TOC) se enfrentan a una serie de limitaciones. La familia debe de ser consciente, saber reaccionar ante los problemas cotidianos y percibir que toda familia actúa como un sistema de manera que cuando uno de sus miembros enferma, se pierde la homeóstasis, el equilibrio, de la familia entera la cual entra en un estado de fragilidad intensa. Ello será especialmente cierto para la pareja del cuidador principal quien va a convertirse en la pareja terapéutica del paciente, en su apoyo social pero, también, emocional. Por tanto será, en este punto, importante recordar “ ¿ quién cuida al cuidador?” y, para ello, es esencial tener en cuenta:
1. Infórmese Ud. e informe a los demás miembros de la familia. Piense que el trastorno puede alterar las relaciones familiares; si es Ud. madre/padre de un paciente de TOC, debería explicar el trastorno a sus otros hijos para no crear en ellos una cierta sensación de injusticia, falta de cariño o, incluso, comportamientos agresivos.
2. Evite personalizar, realizando juicios de valor sobre la enfermedad o el enfermo que le hagan sentir culpable. Tampoco sirve para nada decirle ( o gritarle ) al paciente: “¡Reacciona!,¡haz algo!,¡pon un poco de tu voluntad!, ¡ te escuchas demasiado!” porque, así, sólo aumentaremos los sentimientos de culpabilidad y desesperanza del paciente.
3. Ayúdele a luchar contra sus propios sentimientos. El paciente de TOC, normalmente, vive la enfermedad con una mezcla de culpa y vergüenza. En este sentido, la familia es muy importante porque le puede ayudar a desculpabilizarse; ninguna enfermedad es culpa de nadie, nadie tiene una enfermedad queriendo, y el TOC no es una excepción. Para ello, es necesario que la familia apoye al terapeuta en su labor de psicoeducación; es importante saber a lo que nos enfrentarnos para poder hacerlo, es importante saber que no esta loco ( que es el mayor temor de las personas con TOC) y es importante que sepa que no porque sus rituales le pongan muy nervioso, la familia le ha dejado de querer. ¿ Dejaría de querer a un familiar porque se hubiera roto un brazo? Si su respuesta es negativa, entonces comprenderá que ambos trastornos no están tan alejados. Sólo que mientras que uno es mental, de difícil comprensión porque no se ve, el otro es físico y de fácil comprensión porque se ve mediante la escayola que pondrían a esa persona en el brazo roto.
4. Luchen contra el desánimo. Toda enfermedad es una mala noticia. Aún así, hay que pensar en la evolución no desde el objetivo final, la curación, sino desde el punto por donde hemos empezado, para evitar el desánimo fácil. Y porque en el curso del TOC existen múltiples trastornos psicológicos asociados, siendo muy común la depresión.
5. Resístase a la tentación de ir demasiado rápido. Normalmente, las personas con TOC aprecian la presencia reconfortante de la familia. El peligro es querer suprimir de forma brusca lo que hacía antes para “ayudar” a su familiar como, por ejemplo, respetar los espacios de limpieza o comprobar los enchufes. ¡Tenga cuidado! Un cambio brusco de rumbo suele provocar situaciones de pánico en el paciente ya que se siente amenazado. Tratar la enfermedad nunca debe provocar un sufrimiento mayor en la persona que lo padece.