Superar el trauma, integrar la representación evocada por el trauma para comprometerse, a pesar de todo, en un decurso de desarrollo que hace posible a la vez la afiliación, los logros y el acceso a la autonomía: ahí está el reto fundamental de la resiliencia. La mayoría de los cuentos se estructuran precisamente sobre la identificación de un trauma y la necesaria toma de conciencia por la falta que genera.
Los héroes de los cuentos de Grimm aparecen así para la mayoría, primero impedidos de ser, destrozados, de una manera u otra, por las consecuencias a largo plazo de una incompetencia parental (Girard, 1999). La violencia o la irresponsabilidad paterna, la hostilidad materna, condenan a los héroes desvalidos a la maduración en la adversidad. En otros, la trama subyacente de tales cuentos a menudo ilustra esta forma de actividad psíquica fundamental que impone la necesidad al sujeto de interpretar el entorno en el que nace. Especie de «cuento familiar a lo Freud», muchos cuentos escenifican una historia en la que el sujeto se cree un extraño en su familia. Se demuestra en el exceso de representación de las trayectorias de huérfanos, niños abandonados y adoptados que se evocan en ellos.
Estos estados particulares de diferenciación familiar probablemente permitirán al niño transigir lo que le es transmitido por las generaciones anteriores y liberarse de ello para atreverse a dar un primer paso en vistas a orientarse en el mundo (Freud, 1962). El recurso al relato familiar identifica claramente una estrategia de resistencia que mantiene al sujeto a flote ante su búsqueda de afiliación. ¿Cómo consigue el niño —un ser en principio pegado a la generación que le precede—, alejarse de ella para ocupar su sitio como hombre o mujer entre sus contemporáneos? Ésta es efectivamente una cuestión a la que los cuentos regresan sin cesar. En general, cada cuento habilita de hecho un espacio de transición que presenta el cumplimiento, la auto-realización y la autonomía como un fin en sí mismo.
Como subraya M.L. Von Frants (1978), el principio del cuento es la individuación. Jung designa con este término una evolución interior del ser humano tendente a la plena realización de todas sus virtualidades. La historia imaginaria que presenta el cuento supone en efecto que, a pesar de la adversidad, el héroe ha conservado su potencial de desarrollo… A riesgo de amenizarlo de poder mágico o de enriquecerlo con algunas habilidades sobrenaturales si esto se revela necesario… La identificación de un trauma, la puesta en marcha de estrategias de resistencia, un potencial de desarrollo preservado y una pro-tensión a la plenitud: estos cuatro criterios semánticos que definen la resiliencia y fijan los límites conceptuales de su acepción científica, constituyen igualmente la sustancia de los cuentos infantiles. Vincular la falta, el trauma o la desesperación de la auto-realización al cumplimiento, la afiliación o la autonomía de un viaje en el que el héroe se resiste al abatimiento para utilizar plenamente su potencial de desarrollo, es como los cuentos ilustran la resiliencia. Luego substituyen en la imaginación la fuerza que mantiene la esperanza de sobrevivir a la tendencia a dejarse sumergir por un exceso de realidad que se ha convertido en insoportable. Así, los cuentos que se consideraban útiles para dormir a niños suficientemente tranquilos, también contribuirían a ayudar a crecer a los que ya tienen demasiados dramas para atreverse a crecer sin miedo…
¿Cuentos para aprender a recuperarse?
El concepto de resiliencia designa la capacidad de una persona para desarrollarse bien, para seguir proyectándose en el futuro en presencia de elementos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles, traumas graves y/o repetidos (Manciaux, 2001). La acepción más popular del término la reduce a veces a una forma de «capacidad de recuperación». Esta reducción casi semántica dejaría pensar que la resiliencia puede ser definida por una fórmula mágica, una manera de calzarse las botas de siete leguas para brincar por encima de sus dificultades. Esto obviamente no es tan simple. La resiliencia no es un cuento de hadas. Y eso cuando incluso algunos relatos que lo testifican a veces se presentan como tales. Éste es particularmente el caso cuando ponen en escena un final feliz que en principio se suponía improbable.
Al mismo tiempo, los cuentos, al ilustrar más a menudo la búsqueda desesperada de aquél que todo lo condenaba, proponen ejemplos remarcables de resiliencia. Así, sea al principio o al final, la resiliencia aparentemente no está nunca lejos del cuento. Para tener en cuenta las relaciones que vinculan una con el otro, hay que contar sin embargo con toda la complejidad de la noción científica y considerar toda la ambigüedad de lo que se pone en escena en el cuento. Sería, pues, simplista reducir los cuentos a lecciones para aprender a resistir y desarrollarse a pesar de las dificultades.
El concepto de resiliencia designa la capacidad de una persona para desarrollarse bien, para seguir proyectándose en el futuro en presencia de elementos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles, traumas graves y/o repetidos (Manciaux, 2001). La acepción más popular del término la reduce a veces a una forma de «capacidad de recuperación». Esta reducción casi semántica dejaría pensar que la resiliencia puede ser definida por una fórmula mágica, una manera de calzarse las botas de siete leguas para brincar por encima de sus dificultades. Esto obviamente no es tan simple. La resiliencia no es un cuento de hadas. Y eso cuando incluso algunos relatos que lo testifican a veces se presentan como tales. Éste es particularmente el caso cuando ponen en escena un final feliz que en principio se suponía improbable.
La resiliencia no debe considerarse como una capacidad fija sino que puede variar según las circunstancias vividas; es el resultado de un balance de factores de riesgo, factores protectores y personalidad del ser humano. Es de naturaleza dinámica.
Todos estos cuentos, no solamente polarizan el bien y el mal, sino que asocian el mal con la fealdad y lo bueno con la belleza. Las imágenes de los cuentos y de los dibujos animados que recrean historias infantiles tradicionales, como El Patito feo, La Bella durmiente, La Cenicienta, Blanca nieves, entre otros, encarnan en el mal a brujas horripilantes o viejas monstruosas, mientras que los protagonistas representantes del bien son príncipes perfectos o mujeres hermosas. Verdaderamente, mensajes de profunda segregación y discriminación hacia las personas que no han gozado con las regalías biológicas de la perfección anatómica. Además de estos cuentos infantiles clásicos, a la vanguardia de esta estructura de historias resilientes se hallan los súper héroes.