Estudios realizados en USA, en 2017,en la Universidad de Stanford demostraron que más del 40% de los ciudadanos que formulaban propósitos de Año Nuevo, ya fuera hacer dieta o aprender otro idioma, los acababan olvidando durante las primeras semanas de Enero. Paralelamente, en Europa, el Dr Wiseman de la Universidad de Hertfordshire, quiso comprobar, también, cómo se comprometen los británicos con los mismos propósitos, descubriendo que sólo el 12% consiguió los objetivos propuestos, especialmente, en el caso de los varones.
¿Cuál es, entonces, el problema? Básicamente, que al estrenar un nuevo calendario, nos sumergimos en el “síndrome de la buena esperanza”, es decir, nos entusiasmamos con una meta, y sus objetivos respectivos, pero, en realidad, ni nosotros mismos nos creemos que vayamos a realizar estos cambios porque creemos que no podemos hacerlos, por ejemplo, si nos hemos propuesto, a partir de Enero, empezar a salir antes del trabajo y tener más tiempo para la familia, empezaremos con fuerzas pero, en cuánto el trabajo vaya aumentando, y creamos que tenemos menos del 50% de las posibilidades de conseguirlo, dejaremos de dedicarle esfuerzos a nuestro propósito de Nochevieja.
De la misma manera, existen otros condicionantes y, entre ellos, la propia rutina, es decir nuestros hábitos, porque si cada día nuestra jornada se alarga hasta las 21 h, va a ser difícil decirle a nuestra mente que cambie su foco a las 19 h, por ejemplo, que reorganice toda su actividad en torno al nuevo o nuevos focos, manteniendo la MCP y, especialmente, cuidando la corteza prefrontal donde se realizan las tareas abstractas y es la que tiende a sobrecargarse cuando nuestras jornadas se alargan como los chiclés, al aumentar el número de tareas a realizar. Por tanto, según los neuropsicólogos, ¿qué resulta más fácil para el cerebro? ¡ Exacto! Volver a la rutina, es decir, mantener los hábitos y olvidarse de modificar horarios, que si calidad de vida, si parecerse a nuestros colegas europeos, si más tiempo con la familia, si poder ir al gimnasio, si realizar actividades agradables, y un larguísimo etc.
Si ha llegado a este punto, quizás está pensando que ni tan sólo es necesario proponerse nada, ya que no se va a cumplir…pero nada más alejado de la realidad. Como ya he dicho, los propósitos deben basarse en unos objetivos SMART: específicos, medibles, concertados, realistas y planeados por etapas. Además, debemos tener en cuenta si, realmente, queremos cumplirlos o lo hacemos por la influencia de la mayoría, entonces, es posible que tengamos pocas posibilidades de alcanzarlo.
Además, lógicamente, deberíamos evitar la tentación, por ejemplo, si nuestro objetivo es adelgazar, no es precisamente adecuado pararse a comprar un gran trozo de pastel porque, aunque le arremetan los remordimientos y hasta llegar a casa, esté pensando que no se lo va a comer, lo cierto es que será difícil que no consiga abrir lentamente el paquetito, probar un poquito, hasta llegar a comerse todo el trozo de pastel.
Sin embargo, no hay que desanimarse nunca. Recordar que existen más “enemigos”; la procranistación, la autoculpabilización o las actitudes negativas frente a las dificultades del próximo año porque, haberlas, habrá, como cada año y las podemos intentar superar con la mejor de las actitudes, haciéndonos y haciéndoles la vida más fácil a la gente de nuestro entorno pero que sólo así nos permitirán remontar, sin hundirnos por cada uno de los posibles avatares – pequeños, medios o grandes – que pueda presentar el próximo año. Porque el buen humor se contagia y , con él, podemos cambiar la pequeña parcela de mundo que nos ha tocado vivir.
Pautas para planear propósitos
Tiempo para pensar. Es necesario que tengas el suficiente tiempo para analizar los cambios que deseas realizar tú mismo en tu vida para el año próximo. Piensa que la motivación es intrínseca, es decir, esta dentro de ti, evitando las presiones externas.
Objetivos alcanzables, realistas y medibles. Como ya he dicho antes, para no decaer en el logro del objetivo, es importante que esté sea realista ya que, de lo contrario, podemos caer en la frustración.
Especificidad y coherencia. Es importante para evitar la procranistración, que todas las tareas que forman cada objetivo sean medibles, por ejemplo, si lo que queremos es hacer ejercicio, en realidad, el próposito se debería especificar tal como “hacer ejercicio tres veces a la semana”.
Recuerda que todos tenemos límites Por tanto, evita estresarte más allá de lo necesario, piensa en alguna cosa que te pueda motivar y, después felicitarte, al final del año próximo, por lo que hayas conseguido. Además, tu entorno puede ayudarte, apoyándote en los objetivos.
Si fallas, vuelve a intentarlo. Una de las causas principales por las que la lista de propósitos de Nochevieja no se llega a cumplir es, básicamente, porque nos la acabamos olvidando en la misma mesa dónde, apresuradamente, hemos confeccionado la lista. Y, por tanto, es probable que no nos volvamos a acordar de dicha lista hasta la siguiente Nochevieja.
No pienses que la vas a conseguir con los primeros objetivos. Pero tampoco se trata de ello. ¿Qué harías el resto de tu vida si, en un corto espacio de tiempo ya hubieras conseguido todo lo que soñabas? La vida pierde emoción, tú pierdes motivación y eso se convierte en toda una caída libre. Lo importante es tener esa meta final fijada para saber cómo nos tenemos que dosificar, centrar, qué plan establecer…